miércoles, 25 de junio de 2014

Cuidando a mi hija de los peligros y malos tratos de San José, tomo fuerte su manita de diez años y aunque sea muy alta para su edad, su corazón aún es un corazoncito. Entonces veo a una joven sostener un cigarrillo, lo sostiene ligeramente entre sus dedos de no más de veintiún años. Chupa su humo con cuidado y despacio, como queriendo estirarlo todo lo posible, justo como yo debo estirar mi salario para llegar a fin de mes. Entramos al mercado central y la joven pasa junto a nosotros y junto a ella, una mariposa amarilla

-¡Mirá papi papi! ¡Una mariposa!
Busco a mi hija entre su tupido fleco (porque la hija que conozco habita en sus propios ojos pequeñitos y brillantes como dos puntos de luz, como tesoros de carne y fibra) y cuando la encuentro, hago mi mejor esfuerzo por difuminar la nube de confusión en los dos puntos brillosos... mi hija, que es bastante alta para su edad, aún tiene por corazón, un corazoncito y advierto que hay una lección en todo esto, me dirijo a ella y continuo, aunque me duela, antes que pueda decir algo más

-Sí mi amor, es muy bonita. Linda... hay que poner atención, una muy especial cuando se camina por San José. Vos ahorita tendrás doce y luego al cole y a la universidad... hay que prestar especial atención en un lugar como este, a las señales; (y me detengo por un momento, pienso) 


"Las moscas aparecen como producto de la muerte; las makandales vienen con la muerte: esto significa que esa joven tiene el corazón muerto y ya no se puede hacer nada. Por la angustia de su estado, se fuma esos pequeños Bukowskis con los que ha andado de la mano por las calles, a la vista de la gente, y han sido tantos que ya ni se toma la molestia de borrar sus números del celular por resentimiento. Si lo llegara a hacer, sólo tendría el número de su madre y el de su padre nunca lo guardó, le teme a la soledad y le gusta sentir que su celular contiene entre sus paredes de plástico, al menos, varias personas." (vuelvo)


Busco a mi hija entre las redes de sus ojos y prosigo... -cuando los viejos amigos desaparecen, hay que confiar en los nuevos.-

Ella me mira aún más confundida y ruborizada, rápidamente voltea y sigue absorbiendo a la makandal, con la mirada.