lunes, 7 de abril de 2014

Carta franca a un director.

En este momento estoy recluida en mi habitación, ya que aún siendo el 19 del mes 11 del año 2012, aún con todo este asunto de la parafernalia del tiempo, a mis 19 años, a 6 meses de cumplir los 20, me castigan. Así es, estoy castigada… esta vez por mentir. Verá, desde que tengo memoria me la paso castigada y aún mucho antes, mintiendo. Siempre lo he hecho porque me aterra develar mis verdaderos intereses, porque son muy ingenuos, además creo que le temo a la vida. (Irónicamente me manejo con el corazón)

Y bueno, es usted un desconocido pero (y espero) que sea usted mi director, pero eso se lo explico pronto porque antes debo atarle algunos cabos para que esta pseudo-conversación no sea tan bizarra.(prometo no abusar tanto del “pero” )
Como le decía, es usted un desconocido, por lo que debía explicarle que estoy castigada por “estafadora”, ya que si no hubiese estado castigada la desesperación no me hubiera llevado a intentar contactarlo, y menos de esta forma tan poco orgánica. He aquí un hito de la soledad… “la desesperación”.
En fin… tengo también la tendencia a explicar todo lo que puedo a los desconocidos, pero este no es mi objetivo en esta conversación.

“el hito que rompe con el vacío del tiempo y el cielo, la ruptura que nos lleva ante el “y todos los demás”… o al menos quiero creer que algo se rompe.

Mi objetivo es que me considere gravemente y en demasía (en efecto) para su largometraje (o en defecto) para la preselección.
No tengo ni la más vil idea de si ya lo realizó o qué, pero créame que SOY LA ACTRIZ QUE NECESITA. (ojalá pudiese ponerle más énfasis)

Hace bastante que hice la primera audición en el Melico, de hecho no recordaba que existía este proyecto. Le cuento cómo recordé y le tomé aún más interés (porque sí, suele suceder que una llegue a un lugar sin conocer su estrella. Un mal de los abejones de mayo que tropiezan por todas partes):

Un día (horrible hasta el momento) en el cual las leyes de Murphy me estaban estallando la vena por la cual pasa la cafeína, como si el desgraciado fuera el dueño del caos del universo y me lo restregara en la existencia misma (siempre exagerando para darle un poco de humor) iba en el bus de San Piedrero, con un “Señor”, de esos que nos gusta llamar “Señor” por ser tan propios de si mismos, tocaba y cantaba boleros en el asiento del frente. En seguida me recordó a mi papá (con el cual no me gusta hablar) y me sentí increíblemente sola, a tal punto que tuve que llamarlo, porque esos boleros de “Señor” me calaban bien adentro. Y lloré, y mucho…

No digo que por esto de los boleros y la soledad y la incomunicación y la cobardía y el absurdísimo “dilema” humano, deba ser su actriz… esto sólo me recordó que ambos existimos, en entre tanta gente existimos y que esa gente también existe, a como existe esta gente y aquella. Y bueno, maldita sea yo PUEDO SER SU ACTRIZ.