Satanás vino un día a mi casa
y yo desnuda, me tocaba en la cama
para aquellos días
mi dieta se basaba en pelusas y moscas
y mis pellejos caían
a como caen las bellas cortinas
lo miré a como le pude mirar
con largos y pesados párpados
que parecen no querer responder
percibiendo espejismos
de su rojo esplendor
y le dije:
"Cómete mis pellejos, oh señor mío. Dame un digno final, entre tus dientes mullidos. Que sean perlas para mi estirado cuello, que sean el vestido más fino y tu lengua que me desgaste con su suave hastío"
Pero
mis pellejos
fueron
intensamente
ácidos
para el viejo
Satanás
el único justo
entre todas
las bestias
y hombres.